Todas las personas tenemos derecho a ejercer el libre control sobre nuestra sexualidad y reproducción sin que por ello hayamos de sufrir discriminación, coacción o violencia. Los derechos sexuales y reproductivos se crean para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable tanto en los individuos como en las sociedades, por lo que deben ser reconocidos, promovidos, respetados y defendidos por todas las sociedades con todos sus medios. La salud sexual es el resultado de un ambiente que reconoce, respeta y ejerce estos derechos sexuales.

Derechos sexuales, derechos universales
La sexualidad es una parte integral de todo ser humano. Poder desarrollarla plenamente depende de la satisfacción de necesidades humanas básicas como son el deseo de contacto, la intimidad, la expresión emocional, el placer, la ternura y el amor. Pero la sexualidad también se constituye a través de la interacción entre el individuo y las estructuras sociales. Los derechos sexuales son derechos universales que se basan en la libertad, la dignidad y la igualdad inherente a todo ser humano.
Así, los derechos sexuales buscan por un lado la colectivización de la información relacionada con la sexualidad, la reproducción y las posibles consecuencias de estas; exige el acceso a contraceptivos, a atención médica relacionada con las enfermedades de transmisión sexual y a un aborto seguro. Asimismo, para garantizar una sexualidad plena, toda persona tiene derecho a la libre expresión de su orientación sexual y de su identidad de género, sin miedo a ser perseguidas o a que se les pongan obstáculos sociales.
Los derechos sexuales implican:
-El derecho a reconocerse como seres sexuados.
-El derecho a la libertad sexual. La libertad sexual abarca la posibilidad de la plena expresión del potencial sexual de los individuos. Sin embargo, esto excluye toda forma de coerción, explotación y abuso sexuales en cualquier tiempo y situación de la vida.
–El derecho a explorar y a disfrutar de una vida sexual placentera, sin vergüenza, miedos, temores, prejuicios, inhibiciones, culpas, creencias infundadas u otros factores que impidan la libre expresión de los derechos sexuales y la plenitud del placer sexual.
–El derecho a la autonomía, integridad y seguridad sexuales del cuerpo. Este derecho incluye la capacidad de tomar decisiones autónomas sobre la propia vida sexual dentro del contexto de la ética personal y social. También están incluidas la capacidad de control y disfrute de nuestros cuerpos, libres de tortura, mutilación y violencia de cualquier tipo.
-El derecho a vivir la sexualidad sin violencia, coacción, abuso, explotación o acoso.
-El derecho a decidir si se quiere iniciar la vida sexual o no, o si se quiere ser sexualmente activo o no.
-El derecho a la privacidad sexual. Esto involucra el derecho a las decisiones y conductas individuales realizadas en el ámbito de la intimidad siempre y cuando no interfieran en los derechos sexuales de otros.
-El derecho a la equidad sexual. Este derecho se refiere a la oposición a todas las formas de discriminación, independientemente del sexo, género, orientación sexual, edad, raza, clase social, religión o limitación física o emocional.
-El derecho a la libre asociación sexual. Significa la posibilidad de contraer o no matrimonio, de divorciarse y de establecer otros tipos de asociaciones sexuales responsables.
-El derecho al placer sexual. El placer sexual, incluyendo el autoerotismo, es fuente de bienestar físico, psicológico, intelectual y espiritual.
-El derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables. Esto abarca el derecho a decidir tener o no hijos, el número y espaciamiento entre cada uno, y el derecho al acceso pleno a los métodos de regulación de la fecundidad.
-El derecho a información basada en el conocimiento científico. Este derecho implica que la información sexual debe ser generada a través de la investigación científica libre y ética, así como el derecho a la difusión apropiada en todos los niveles sociales.
-El derecho a la educación sexual integral. Este es un proceso que se inicia con el nacimiento y dura toda la vida y que debería involucrar a todas las instituciones sociales.
-El derecho a la atención de la salud sexual. La atención de la salud sexual debe estar disponible para la prevención y el tratamiento de todos los problemas, preocupaciones y trastornos sexuales.
Historia de los derechos sexuales
El primer acercamiento de expertos en materia de sexología tuvo lugar en la OMS en el año 1975, si bien entonces no se hablaba de derechos sexuales, estos estaban presentes de manera implícita en las recomendaciones que se sacaron de aquella primera reunión. Sin embargo la primera Declaración de los Derechos Sexuales fue proclamada en el XIII Congreso Mundial de Sexología, celebrado el 29 de Junio de 1997 en Valencia, España. Esta declaración fue revisada en el XIV Congreso Mundial de Sexología, en Hong Kong y aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS). La declaración de los derechos sexuales tuvo un gran impacto desde su lectura en la clausura del congreso, numerosos medios de comunicación se hicieron eco de la noticia.
Para la OMS, “los derechos sexuales abarcan derechos humanos reconocidos por leyes nacionales, documentos internacionales y otros acuerdos de consenso que incluyen el derecho de todas las personas, libres de coerción, discriminación y violencia y un mayor estándar de salud, en relación a la sexualidad, incluyendo el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva”.
Importancia de los derechos sexuales
La falta de control sobre el propio cuerpo y la sexualidad tiene un impacto tremendo, especialmente en la vida de las mujeres y las niñas, pero también se ceba con las personas gays, lesbianas, transgénero, bisexuales o intersexuales. No defender estos derechos universales puede producir un impacto negativo en numerosos aspectos de las relaciones: sobre la salud en general; causar sufrimiento y traumatismos físicos y psicológicos; aumento de las infecciones de transmisión sexual, como riesgo de VIH incluyendo a la descendencia; embarazos no deseados; anticoncepción y abortos no seguros; morbi-mortalidad materna; violencia sexual; tráfico sexual y prostitución infantil; violencia sexual durante los conflictos armados; prácticas tradicionales nocivas, como las mutilaciones genitales y los matrimonios forzados de niñas y adolescentes; impacto muy negativo sobre la salud de la infancia y adolescencia; soportar relaciones sexuales machistas sin ningún respeto a sus derechos y a su libertad; etc..
