Seguramente muchas habéis oído hablar del pH vaginal, pero vuestro conocimiento sobre estas siglas no vaya mucho más allá de saber que se trata de un “algo” que está en nuestra vagina y que resulta clave para el bienestar de nuestra zona más íntima. Pero, ¿qué es exactamente eso de pH? ¿en qué consiste? ¿por qué es clave para nuestra salud?
El símbolo pH en química indica que hablamos del potencial de hidrógeno, es decir, de la concentración de iones de hidrógeno presentes en una disolución, o para los que no tenemos mucha idea de química, esto significa que a través de pH se expresa el grado de acidez de una disolución. El pH vaginal nos informa, por tanto, del grado de acidez o alcalinidad de la vagina. En la edad fértil de la mujer el pH es más ácido, algo que resulta necesario puesto que es la defensa natural que utiliza la vagina para prevenir infecciones y otras molestias.
El pH vaginal es otro de los aspectos del cuerpo de las mujeres que va cambiando sus valores ideales según las diferentes etapas de su vida. Así, y a grandes rasgos, antes de la pubertad y durante la menopausia el pH vaginal es neutro; durante la vida fértil es más ácido y en situaciones especiales, como el embarazo, aumenta aún más su acidez. Además, durante el ciclo estos valores también varían: en la menstruación, el pH se vuelve neutro, en la fase premenstrual, y debido a la gran producción de ácido láctico fruto de la depuración biológica que experimenta la vagina y que genera un ambiente hostil para los gérmenes, el pH es ácido y durante el resto del ciclo, este vuelve a ser ácido, pero menos que durante la fase premenstrual.
pH vaginal: valores neutros, ácidos o alcalinos
¿A qué nos referimos cuando hablamos de valores neutros, ácidos o alcalinos? Un pH neutro es aquel cuyos valores se mantienen en torno a 7.0, los valores ácidos se encuentran por debajo de 7.0 y alcalinos cuando es mayor de 7.0. En la fase premenstrual -cuando el pH es más ácido- este debe oscilar entre 3.8 y 4.2, así como durante el embarazo, que también registra los valores más bajos -en general, menor a 4.5-. Durante la mayor parte del ciclo varía entre 4.0 y 5.0.
Hay que tener en cuenta que la disminución de acidez favorece la aparición o continuación de infecciones. El pH vaginal es un determinante de buena salud, por lo que es importante que se mantenga equilibrado en cada etapa. La disminución de la acidez del pH vaginal puede favorecer la aparición de microorganismos dañinos en la vagina además de favorecer la aparición de inflamaciones e infecciones. Esto es porque entre las muchas funciones de la vagina, está la de defensa de nuestro cuerpo frente a una serie de agresiones, a través de lo que llamamos barrera microbiológica. Cuando esta barrera funciona correctamente, estos microorganismos generan ácido láctico, que hace que el pH sea ácido.
Factores que pueden alterar el pH
Existen muchos factores que pueden alterar el pH; las duchas vaginales, las relaciones sexuales, la regla, los tampones, algunos medicamentos, los cambios hormonales… Asimismo, para mantener su equilibrio simplemente es necesario llevar una correcta higiene genital, teniendo en cuenta algunas prácticas, como limpiar la región perineal siempre de delante hacia atrás, para evitar que los microbios procedentes de la región anal colonicen la vagina y la uretra; limpiar la vulva separando los labios, para que las zonas de los pliegues también queden limpios; no olvidarse de retirar los tampones, especialmente los usados por la noche; evitar las duchas vaginales, que ya dejan la mucosa desprotegida y disminuyen el mecanismo de depuración biológica de la vagina al arrastrar la flora vaginal normal; utilizar ropa interior permeable y evitar en la medida de lo posible, las prácticas sexuales orogenitales, pues pueden transmitir gérmenes presentes en todas la bocas a la zona genital.
Asimismo es importante acudir al ginecólogo si notamos cambios anormales en el flujo, prurito, escozor, sequedad, dolor o dificultad para orinar, dolor en las relaciones sexuales, mal olor en la zona genital, etc.
