Las reuniones familiares navideñas son momentos mágicos, llenos de confidencias, recuerdos compartidos, añoranzas, abrazos, reencuentros, chistes malos, discusiones sobre política y preguntas incómodas. Si una pasa los veintipico y se presenta acompañada del viento, no habrá abuela, tía, tío o prima de esas felizmente casadas, que no te pregunte nada más entrar, qué cuándo llegará el día en el que te vean cruzar la puerta en compañía de un buen mozo. Pero, si el buen mozo ya te acompaña, rondas los treinta y llevas sentándote a la mesa unos cuantos años –realmente, con que lleves un par es suficiente- , entonces, la pregunta incómoda se formulará en voz alta, en uno de esos silencios entre chistes de cuñados y volará por todo el salón hasta caer sobre tus langostinos. Así llegará la inevitable e insidiosa: “y vosotros, ¿para cuando pensáis tener hijos?” y si ya tenéis uno, no habrá tregua, igual os caerá un “¿y no vais a ir a por la parejita?”.
De apariencia inocente, amorosa y picantona, la pregunta de marras es de lo más perversa e indiscreta. Y es que, el o la que la formula pocas veces conoce la circunstancia de los interrogados, y suelen presuponer que la que no se queda embarazada es porque aún no ha considerado hacerlo, y se sienten en la necesidad de apremiar tus ganas de tener descendencia. Porque por lo general, una no va por ahí pregonando que le está costando más de lo que suponía esto de la reproducción. Cuando intentas salir al paso, con contestaciones vagas que no delaten que es un tema que te preocupa, viene la traca final, esa suerte de afirmación ametralladora, que evidencia en público que “se te pasa el arroz” o “que muchos problemas de ahora es que la gente decide tener hijos mayor y así pasa” ante la que no te queda más que sonreír de medio lado y afirmar lacónicamente con la cabeza, aunque lo que de verdad te apetece es lanzarle el tenedor a la cabeza, echarte a llorar o plantar cara a las insinuaciones de tu prima megafértil y contarle un par de intimidades a voz en grito
Sin embargo, por muy molesta que sea la preguntita, lo cierto es que lo mejor es no recurrir nunca a la violencia, ni física ni verbal. Un enfrentamiento a lo bruto es una reacción exagerada para algo que, seguramente, nunca se preguntó con mala intención, sino con la clásica torpeza que se da cuando existe mucho cariño y confianza pero no se conoce lo que realmente está pasando en la vida de tu familiar. Ante una pregunta indiscreta la respuesta dependerá mucho del tipo de personas que seáis, y de cómo os sintáis más cómodos. No pasa nada por compartir la preocupación con la familia, si eso os va a hacer sentir mejor, y así dar pie a una conversación que gire en torno a trucos e informaciones sobre la fertilidad y la maternidad. Pero tampoco pasa nada si optáis por disimular y cambiar de tema, como quien no quiere la cosa. Sólo vosotros sabéis cual es el grado de confianza con vuestras familias, o si la forma que tienen de “ayudar” os van a crear más o menos estrés.
Tened en cuenta que, muchas veces, preguntar por las intenciones de procreación de una pareja, responden a una especie de extraña convención social ibérica. A veces no es más que una forma de romper el hielo o de buscar temas de conversación poco arriesgadas evitando así caer en discusiones políticas. Así que, si estas fiestas te esperan muchas reuniones familiares, espero que hayas estado yendo a cursos de yoga y hayas aprendido a controlar la respiración antes de estrellar un muslo de pavo en el primero que repare en el hecho de que se te pasa el arroz.