A medio camino entre un alga y una bacteria se encuentra la espirulina, uno de los últimos re-descubiertos superalimentos, que dada su fantástica carga nutricional es especialmente recomendada como complemento para las dietas desequilibradas.
Aunque existen indicios de que los aztecas, y las antiguas culturas en torno al lago Chad, ya la consumían, no es hasta el siglo XX cuando empieza a difundirse su consumo, y ya en el XXI cuando experimenta un boom, en gran medida propiciado por las muchas actrices y modelos que hacen alarde de su ingesta en sus dietas y zumos detox. La espirulina es una cianófita, una sustancia que como realiza la fotosíntesis del oxígeno se considera alga pero que al tener una organización celular sin orgánulos se les toma por bacterias. Sin embargo, aunque técnicamente esté más cerca de ser una bacteria, la forma más común de llamar a esta sustancia es alga espirulina.
El principal uso de esta bacteria es alimenticio y se suele consumir en crudo y prensada, en forma de pastillas. Es fácil encontrarlas en cualquier supermercado en la zona de productos dietéticos. Y es que, sus completas características nutricionales, no pasan inadvertidas: es fuente de proteínas -tiene cuatro veces más que un filete de hígado-, ayuda a reducir los niveles de colesterol y tiene un alto contenido en fenilalanina, un aminoácido al que se le atribuye la propiedad de disminuir la sensación de hambre, por lo que se suele recomendar en dietas para bajar peso.
Asimismo es muy rica en vitaminas A, B y E; aporta una gran cantidad de hierro, por lo que es fabulosa contra la anemia; es antioxidante y antiinflamatoria; previene la diabetes, pues ayuda a reducir los niveles de glucosa en sangre; aporta melatonina, por lo que es muy buena contra el insomnio y es rica en minerales como: calcio, fósforo, hierro, manganeso, cromo, magnesio, zinc, germanio y cobre. Además, se le atribuyen propiedades medicinales; la OMS la considera buena para la vista, protege el corazón, mejora el sistema inmunitario y combate el cansancio asociado a enfermedades como la EPOC.
Cabe suponer que algo que nos predispone a tener una mejor salud general, como es el caso de la completísima espirulina, nos ayudará a preparar a nuestro cuerpo para la concepción, o al menos, ahí es donde se apoya la teoría que afirma que esta bacteria es aliada de la fertilidad. Además, hay quien defiende que su alto contenido en proteínas ayuda a producir óvulos de mejor calidad. Sin embargo, lo cierto es que no existe ningún estudio que relacione directamente a la espirulina con una mejora de nuestra salud reproductiva y, ni mucho menos, que solucione problemas de infertilidad. Y sin embargo, sí que está contraindicada durante el embarazo y la lactancia, a no ser que esté recetada directamente por un especialista. Como también lo está para aquellas personas que padezcan fenilcetonuria, -una enfermedad genética que impide el metabolismo del aminoácido tirosina-, gota o tener hipertiroidismo o hipotiroidismo.
Aunque no quepa duda de su riqueza nutricional, debemos olvidarnos de la idea de los alimentos mágicos. Como parte de nuestra alimentación diaria y sin abusar, los llamados “superalimentos” pueden ayudarnos a cubrir deficiencias y ser especialmente útiles como complemento en según que dietas o en casos de anemias o faltas de vitaminas. Para hacer un buen uso de estos alimentos es recomendable que sea nuestro médico o nutricionista quien nos oriente sobre la idoneidad o no de hacer uso de ellos.