La ovulación es una de las tantas fases por las que pasamos por el hecho de ser mujer. Podríamos afirmar que somos cíclicas, como la naturaleza misma. La regularidad o no del ciclo menstrual viene marcada por el funcionamiento de nuestro propio cuerpo.
Gracias a las clases de educación sexual que dimos en el colegio y desde nuestra primera visita al ginecólogo, sabemos que el ciclo debería tener un tiempo de duración determinada y una vez que éste se cumple debe llegarnos la regla. Sin que nos dé vergüenza admitirlo, la preocupación de algunas de nosotras, por muchos años, fue simplemente que “viniera”, no le prestábamos atención a si nos llegaba más o menos por la misma fecha todos los meses, a si nuestro período era corto o largo, y mucho menos contábamos cuántos días nos había durado.
Sin embargo, cuando sentimos que nos ha llegado la hora de ser madres, ese comportamiento cambia por completo. En ese momento nos abocamos a aprender para qué sirve nuestro ciclo menstrual, cómo funciona y qué nos dice cada cambio anímico, fisiológico y hormonal que experimentamos mes a mes. Es allí, cuando caemos en la cuenta de que la regularidad de nuestro ciclo, dice mucho más que el mero hecho de saber cuándo nos va a venir la regla.
El ciclo menstrual es el reloj biológico que ayuda a nuestro cuerpo mensualmente a prepararse para un posible embarazo. Está marcado por la presencia de la menstruación y según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) es considerado como regular cuando se produce a intervalos estables, con una hemorragia normal (entre 20 y 60 mililitros) y una duración aproximada de entre dos y cinco días.
En mujeres muy regulares y con ciclos de 28 días, la ovulación, generalmente, se produce 14 días después del primer día de la regla, y ese es el día en que el óvulo sale del ovario, quedándose libre, para ser recogido por la trompa de Falopio y ser fecundado por el espermatozoide. Si tus ciclos son regulares puedes saber con cierta exactitud cuándo vas a ovular y planear cuál es el mejor momento para tener relaciones sexuales e incrementar las probabilidades de quedarte embarazada. De ahí la importancia de la regularidad del ciclo cuando estamos en el proceso de búsqueda de un bebé.
Nuestra ventana fértil tiene una duración de 6 días, incluyendo el día más importante que es el de la ovulación, sin embargo, este período no siempre será el mismo para todas, ya que dependerá de la longitud de nuestros ciclos menstruales. De allí que el día 14 de nuestro ciclo no necesariamente es el día en el que todas ovulamos. En mujeres con ciclos cortos de 20 a 23 días, la ovulación sucede alrededor del día 9 y en caso de ciclos largos de más de 30 días puede ocurrir entre el día 13 y 18 del ciclo menstrual.
También podemos determinar la regularidad y funcionamiento de nuestra fase ovulatoria por medio del conocimiento del moco cervical y nuestra temperatura corporal. Los fluidos cervicales son uno de los mejores indicadores de la fertilidad durante el ciclo menstrual, tienen diferentes características dependiendo de la fase del ciclo en la que nos encontremos. Durante nuestro período fértil dicho moco se torna cristalino con una consistencia parecida a la clara de huevo, permitiendo que los espermatozoides puedan nadar a través de este, traspasar el orificio uterinoy sobrevivir el largo viaje a través del útero y las trompas de Falopio. Otra opción que tenemos, que generalmente se utiliza de forma complementaria, es la medición de la temperatura basal (TB).
Nuestra TB va variando según la etapa del ciclo en la que nos encontremos debido a los estrógenos y a la progesterona. En la primera etapa del ciclo, debe mantenerse en unos niveles de entre 36,5º o 36,8º. En la segunda fase nuestra temperatura aumenta aproximadamente entre 0,2ºC a 0,5ºC justo después de la ovulación, debido a que la progesterona que segrega el ovario, manteniéndose en esa medida hasta que aparece la menstruación, momento en que vuelve a bajar.
Para que sea lo más fiable posible, debemos hacer la medición cuando nos encontremos en reposo absoluto, es decir, cuando nos despertamos y todavía no nos hemos levantado. Preferiblemente debe hacerse a la misma hora y en la misma parte del cuerpo.
Pero si determinas que tu ciclo no es regular ¡que no cunda el pánico! porque eso no significa que no vayas a poder quedarte embarazada, ni mucho menos que seas infertil. Simplemente es el momento de aplicar el que el viejo refrán que dice que “más efectivo que preocuparse es ocuparse”.
La irregularidad puede servirte de clave para saber que es necesario recurrir a un especialista, revisar a qué se debe la misma y encontrar una posible solución. En muchos casos, las irregularidades menstruales son trastornos que pueden deberse al estilo de vida que estés llevando en ese momento: desórdenes alimenticios, estrés, ejercicio físico excesivo o ciclos sin ovulación producidos por problemas hormonales que con ayuda de un tratamiento endocrinológico pueden ser fácilmente solventados.
Lo que sí nos queda claro es que la regularidad de nuestro ciclo es muy positiva en líneas generales, pues nos habla muy claro acerca del correcto funcionamiento de nuestro cuerpo y de cómo podemos llegar a conocernos mejor. Comprender nuestro organismo es una labor del día a día que requiere ganas y también esfuerzo pero que trae recompensas incalculables como la de ser madres.
🙂
Muy motivante tu artículo y hay demasiadas información que no conocía que me has enseñado, esta espectacular..
te quería devolver el periodo que dedicaste,
con unas infinitas gracias, por enseñarle a gente
como yo jujuju.
Besos