A menudo es fácil encontrar confusión entre los términos estéril e infértil, que vemos que se usan indistintamente para referirse a la incapacidad de tener descendencia. Si bien ambos versan sobre este tema, existen diferencias importantes que las dotan de diferente significado y que nos obligan a ser cuidadosos cuando nos referimos a uno u a otro concepto.
Dos conceptos que se confunden
Se define como esterilidad a la incapacidad de conseguir un embarazo, es decir, el óvulo no llega a ser fecundado por parte del espermatozoide. Mientras que la infertilidad es la incapacidad de hacer que un embarazo llegue a término; la mujer de las parejas con problemas de infertilidad si se queda queda embarazada, sin embargo, el problema está en que la gestación no llega a término, o el bebé muere al poco tiempo de nacer. En ambos casos existe la diferenciación entre primaria y secundaria; la esterilidad primaria hace referencia a aquellas parejas que nunca han conseguido tener un hijo y la secundaria a aquellos que después de haber tenido una o varias gestaciones no consiguen un nuevo embarazo. En cuanto a la infertilidad, la primaria es cuando una mujer se queda embarazada pero el bebé no consigue nacer y la secundaria es cuando tras un embarazo y parto normales, cuando se vuelve a buscar otro bebé la gestación no llega a término.
Más allá de un simple tema de semántica conceptual, la diferencia entre estos dos términos va mucho más allá, pues los estudios dirigidos a conocer las causas y los tratamientos por los que una pareja no pueden tener un hijo, son completamente diferentes si se trata de esterilidad o de infertilidad. De ahí la importancia del correcto diagnóstico.
Las causas más frecuentes
Entre las causas más frecuentes de infertilidad femenina suele destacarse la tendencia actual a retrasar cada vez más el momento de convertirnos en madres. A estas, suelen añadirse problemas médicos como la endometriosis, lesiones en las trompas de Falopio, anomalías uterinas… asimismo existen otras causas que hacen referencia al embrión y a su capacidad de desarrollo y evolución, como los fallos de implantación. Mientras, entre los factores masculinos más relevantes para la infertilidad, suele hablarse de alteraciones en el semen, obstrucción de conductos, problemas de próstata e incluso, factores externos, como la mala alimentación, el tabaco o el alcohol, ya que influyen en la cantidad y calidad del esperma.
Hasta hace unos años se comenzaba a pensar que una pareja podía ser infértil si habían sufrido tres o más abortos. Hoy en día, y debido al alto grado de sufrimiento emocional que supone la pérdida de un embarazo, los estudios de infertilidad comienzan a realizarse tras dos abortos. Asimismo, las parejas que han sufrido un sólo aborto no suelen requerir valoración específica puesto que, el pronóstico para un futuro embarazo suele ser bastante favorable -el 80-90% de las parejas logran una gestación normal posteriormente-.
Por su parte, entre las causas más comunes de esterilidad femenina suelen encontrarse, la edad materna avanzada, defectos en la ovulación, problemas en las trompas de Falopio, en el útero, como cicatrices y miomas y en el cérvix, como obstrucción o alteración del moco vaginal, lo que dificulta el ascenso del semen. Entre los factores masculinos suelen detectarse alteraciones genéticas, problemas de eyaculación, falta de testículos, alteraciones en la vascularización a nivel testicular, tener contacto con tóxicos o radiaciones…
Las técnicas de reproducción asistida han permitido que un gran número de parejas con problemas de infertilidad o esterilidad hayan podido realizar su sueño de convertirse en padres. Sin embargo, para que estas técnicas den resultados es fundamental que el diagnóstico sea el adecuado, pues será este quien determinará el tratamiento. Diferenciar entre esterilidad e infertilidad es uno de los primeros pasos a tomar.
